miércoles, 4 de marzo de 2020

Tres requisitos para el contentamiento

Filipenses 4:11

No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación.

Pablo aprendió el contentamiento, una rara y excelente lección que es más difícil que casi cualquier otra en todo el cristianismo. ¡Cuán admirable este hombre en esta porción difícil de conocimiento práctico! Seguramente el que pueda dominar una lección como esta, bien puede ser establecido en el lugar más alto de la escuela de Cristo. Aprender esta lección es algo tanto sobrenatural como misterioso. este conocimiento no llega mediante un entendimiento natural; debe ser infundido por Dios, y enseñado por el Espíritu Santo. Debe existir una luz divina que ilumine dentro del alma, una gracia especial de Cristo, y un obrar sobrenatural del Espíritu de Dios en el corazón, de lo contrario, no puede existir verdadero contentamiento. Luego, en un sentido subordinado, es algo que se aprende con observación prudente, experiencia cristiana y un ejercicio diario y constante. Todo esto, cuando es bendecido por Dios, contribuye a  hacer que el corazón esté tranquilo en toda condición. Son los cristianos sinceros solamente los que viven de esta forma. Es una lección misteriosa también, como un gran secreto que yace fuera del camino común y no se entiende tan fácilmente. No es algo abierto y obvio para toda persona, sino que es un misterio oculto que pocos pueden discernir. Se precisa un consagrado arte y capacidad en ello, de tal manera que, cuando uno lo aprende, se convierte en uno de los mayores artistas del mundo. Por ahí vemos personas que tienen mucho, y aun así no están contentos, y otros tienen poco o nada, y aun así están contentos. ¡Es seguro que esto es un misterio!

La pregunta se reduce a esto: ¿Cómo podemos llegar a esta excelente disposición, a estar contentos bajo cualquier circunstancia que nos acontezca? El que aprende el contentamiento debe ser (1) una persona que reflexiona, (2) una persona piadosa, (3) una persona de oración. La consideración hará mucho, la gracia y la piedad harán más, y la oración realizará la mayor parte de todo. En el pensamiento tenemos la fuerza del hombre, en la gracia, la fuerza del cristiano, en la oración, la fuerza de Dios. Estas cosas unidas hacen la obra de forma eficiente.

-Thomas Jacombe

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