3 Juan 2
Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.
Juan, el autor de esta epístola, tuvo el honor de aprender sobre el seno de Cristo, y de ser llamado "el discípulo al que amaba Jesús". Y es algo muy destacable que ese mismo discípulo fue uno de los llamados por el Señor como hijos del trueno en Marcos 3:17. Y se volvió tan repentinamente un hijo del relámpago que, como observa el obispo Hall, hubiera llamado fuego del cielo para consumir a los enemigos de su Maestro. Consecuentemente, aunque de naturaleza tenía un temperamento fiero, el cambio de su corazón fue tan marcado que si tuviéramos que juzgarlo por sus escritos, nos parece muy lleno de amor, sino el más lleno de amor de todos sus compañeros apóstoles. Aprendió la compasión y benevolencia del Padre de misericordias, y, para mostrar cómo ha de cultivarse la amistad cristiana, no solo escribió cartas a las iglesias en general, incluso a las que nunca había visto personalmente, sino que también redactó cartas privadas a santos particulares, amigos a los que estaba apegado, y amigos ricos a quienes Dios, por su Espíritu, había levantado para ser ayudadores de los angustiados.
Feliz sería para nosotros si pudiéramos aprender esa simplicidad de corazón que se muestra en estas palabras particulares. Felices si pudiéramos aprender esta regla: nunca escribir una carta sin poner algo de Jesucristo en ella, porque, como observa Matthew Henry, si hemos de dar cuenta por palabras ociosas, mucho más por cartas ociosas, y si Dios nos ha dado plumas para escribir, especialmente si nos ha dado "pluma de escribiente muy ligero", sería algo feliz si pudiésemos mejorar nuestra correspondencia literaria para su gloria y el bien de otros.
-George Whitefield.
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