Salmos 78:9-16
9 Los hijos de Efraín eran arqueros bien equipados,
pero volvieron las espaldas el día de la batalla.
10 No guardaron el pacto de Dios,
y rehusaron andar en su ley;
11 olvidaron sus obras,
y los milagros que les había mostrado.
12 Él hizo maravillas en presencia de sus padres,
en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.
13 Dividió el mar y los hizo pasar,
y contuvo las aguas como en un montón.
14 Después los guió de día con la nube,
y toda la noche con un resplandor de fuego.
15 Partió las rocas en el desierto,
y les dio agua tan abundante como las profundidades del océano;
16 hizo salir corrientes de la peña,
e hizo descender aguas como ríos.
Los "hijos de Efraín" de los versículos 9 y 10 eran las tribus del norte de Israel que cayeron en la idolatría. Fueron deportados y se perdieron en la historia. La raíz de su problema fue el olvido espiritual. Los cristianos también pueden estancarse "olvidando la limpieza de sus antiguos pecados" (como dice 2 Pedro 1:9). La clave es tener un corazón que se revitaliza constantemente recordando de forma deliberada el costoso sacrificio de Jesús. Hemos de recordar que Jesús, por así decirlo, fue olvidado por nuestros pecados (como dice Mateo 27:46 "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"), y esto sucedió así para que Dios no pueda olvidarnos más de lo que una madre olvida a su bebé (ver Isaías 49:14-16). Recordar eso ensanchará tu corazón.
Señor, me preocupo porque olvido tu sabiduría, me resiento porque me olvido de tu misericordia, codicio porque me olvido de tu belleza. Peco porque me olvido de tu santidad, temo porque me olvido de tu soberanía. Tú siempre me recuerdas. Ayúdame para que yo siempre te recuerde. Amén.
-Tim Keller.
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