1 Juan 1:10
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su palabra no está en nosotros.
No sé lo que puedas pensar, pero te puedo decir que no puedo orar sin pecar, y no puedo predicarte a ti ni a otros sin pecar. No puedo hacer nada sin pecado, y mi arrepentimiento tiene algo de lo que arrepentirme, lavando mis lágrimas en la preciosa sangre de mi querido Redentor. Nuestros mejores deberes son como pecados espléndidos. Antes de poder hablar de paz a tu corazón, no solo debes sentir náuseas por tu pecado original y actual, sino también por tu justicia propia, que es el último ídolo que sale de tu corazón. El orgullo de nuestro corazón no nos permite someternos a la justicia de Jesucristo.
Pero si nunca sentiste que no tienes justicia propia, si nunca sentiste la deficiencia de tu propia justicia, no puedes venir a Jesucristo. Ahora existen muchos que podrían decir que creen en todo esto, pero existe una gran diferencia entre hablar y sentir. ¿Sentiste alguna vez la necesidad de un querido redentor? ¿Sentiste alguna vez la carencia de Jesucristo en base a la deficiencia de tu propia justicia? ¿Y puedes ahora decir desde tu corazón, "Señor, podrías condenarme justamente por las mejores obras que hice jamás"? Si no ha salido esto de ti, puede que te convenzas de que tienes paz. Pero aún no hay paz.
-Adaptado y traducido de un sermón por George Whitefield.
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