Salmos 31:15
En tu mano están mis años;
líbrame de la mano de mis enemigos, y de los que me persiguen.
La primera ayuda para aprender el contentamiento es la consideración. Pocos consideran, y por tanto, pocos están contentos. Más consideración traerá menos murmuración. Los seres humanos son apresurados y no meditan las cosas, y, por eso, las pasiones y el descontento prevalecen sobre ellos. Cuando nos encontramos con cualquier cosa que entorpece nuestros deseos, deberíamos sentarnos y considerar el asunto, y eso inclinará a nuestros espíritus a calmarse. La consideración es una excelente ayuda para el contentamiento. Considera quién es el que ordena nuestro estado actual: ciertamente es el supremo y soberano Dios, que todo lo dispone. Por encima de todos los sucesos de aquí abajo, existe una mano que dirige todo. Él cuenta nuestros cabellos y ordena nuestras situaciones. Cada vez que tu corazón comience a agitarse y angustiarse, siéntate y considera seriamente quién es el que dispone esta condición. Que tus pensamientos mediten en eso. ¿Cómo es posible que creas que la providencia está labrando todas las situaciones y, aun así, sigas descontento? Eso es algo muy triste. ¿Acaso disputará el barro con el alfarero? No conozco una ayuda más efectiva para acallar el espíritu que esta consideración.
Considera cómo todas las cosas son ordenadas por Él. En primer lugar, todo está ordenado por Dios de forma irresistible. Esto es algo que es cierto para toda persona en el mundo. Isaías 43:13 dice "yo actúo, ¿y quién lo revocará?". Dios hará lo que le plazca. Cristiano, si deseas obtener una misericordia de forma apasionada, no la vas a recibir antes porque la desees. Si deseas que te sea quitada una aflicción y Dios la aparta de ti, ese será el fin de la misma, pero si no es así, has de soportarla en silencio. Un contentamiento humilde puede lograr mucho, pero una disputa orgullosa no. Por tanto, ora siempre que un deseo comience a levantarse en tu alma. Piensa pronto en eso. La marea de la providencia seguirá su curso, y no hay obstáculos para el todopoderoso y soberano actuar de Dios. Él hace todo lo que le place (Eclesiastés 8:3), y obra todas las cosas de acuerdo a su voluntad (Efesios 1:11). ¡Es mejor someter a Dios aquello que no podemos cambiar!
-Thomas Jacombe
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