miércoles, 1 de enero de 2020

Salmos 72:15-20 (Tim Keller)




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Salmos 72:15-20

15 Que viva, pues, y se le dé del oro de Sabá,
y que se ore por él continuamente;
que todo el día se le bendiga.

16 Haya abundancia de grano en la tierra, en las cumbres de los montes;
su fruto se mecerá como los cedros del Líbano;
y los de la ciudad florezcan como la hierba de la tierra.

17 Sea su nombre para siempre;
que su nombre se engrandezca mientras dure el sol,
y sean benditos por él los hombres;
llámenlo bienaventurado todas las naciones.

18 Bendito sea el Señor Dios, el Dios de Israel,
el único que hace maravillas.

19 Bendito sea su glorioso nombre para siempre,
sea llena de su gloria toda la tierra.
Amén y amén.

20 Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.

El reino de este rey es eterno y sin fronteras, pero ¿no podría tratarse de la exageración de un texto antiguo? No. Las afirmaciones que aquí se hacen no podrían corresponder a un rey terrenal. La imagen de cosechas repletas en lo alto de montes y colinas, donde el suelo no puede soportar un crecimiento así (ver versículo 16), indica un mundo renovado sobrenaturalmente. Este rey solamente puede ser Jesús. El ponernos bajo su reinado trae vida y crecimiento sobrenatural ahora (Gálatas 5:22-26). Fuimos creados para necesitar obedecerle así como la hierba necesita la lluvia (versículo 6), y, al final, Cristo sanará y unirá todas las cosas (Colosenses 1:15-20, Romanos 8:18-21). Todas las antiguas leyendas acerca de un gran rey que regresa para enderezar todas las cosas encuentran su cumplimiento en Él.

Señor, vivo en una cultura que exige que no ceda la autoridad sobre mí mismo a nadie. Pero violaría tu gloria y mi naturaleza si no te diera el señorío sobre mi vida. Por eso, obedeceré resueltamente cualquier cosa que digas y aceptaré cualquier cosa que envíes, ya sea que la entienda o no. Amén.

-Tim Keller

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