Hebreos 12:6-7
6 porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe por hijo.
7 Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline?
Yo amaba profundamente a mi padre terrenal. De hecho, lo idolatraba. Estaba seguro de su amor y él me mostraba afecto constantemente. Le temía en el sentido de que no quería desagradarle o fallarle. Tenía el "temor" del respeto por él. Pero también temía su ira y disciplina. Aunque, por lo general, no quería decepcionarle o entristecerle, a veces le desobedecía, y eso significaba enfrentar su disciplina.
Cuando mi padre me disciplinaba, siempre lo anunciaba de antemano diciendo "Hijo, vamos a tener una sesión". Eso significaba que lo tendría que seguir a su oficina, cerrar la puerta tras de mí, y sentarme en una silla frente a él. Él no levantaba su voz. Podía decirme con calma lo que había hecho mal y por qué estaba mal. Me instruía de tal forma que yo quedaba devastado. Siempre terminaba la sesión con un cálido abrazo. Pero si hablamos de convicción de pecado ... ¡uff!
¿Eres capaz de aceptar la corrección de tu Padre celestial? ¿Respondes a ella de forma apropiada? Ora acerca de esto.
-R.C. Sproul
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