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Salmos 73:1-3
1 Ciertamente Dios es bueno para con Israel,
para con los puros de corazón.
2 2 En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar,
casi resbalaron mis pasos.
3 3 Porque tuve envidia de los arrogantes,
al ver la prosperidad de los impíos.
El salmista confiesa que tiene envidia en el versículo 3. Envidiar es querer la vida de otra persona. No solo es sentir que ellos no se merecen su buena vida, sino que tú sí la mereces y Dios no ha sido justo. Esta piedad dirigida hacia uno mismo, que olvida el pecado y lo que merecemos de Dios, seca todo el gozo de nuestra vida, haciendo imposible disfrutar lo que tenemos. El poder de la envidia es tal que hizo que Adán y Eva sintieran que el Edén no era suficiente. No es de maravillarse que el salmista casi "resbalase" y se apartase de Dios en el versículo dos. No te permitas resbalar en la envidia, o destruirá tu propia alegría.
Señor, los bienes de este mundo están distribuidos de forma desigual. Sin embargo, confieso que si tuviera más prosperidad no estaría tan preocupado por las injusticias. Mi envidia está llena de fariseísmo, y me roba el contentamiento. Perdóname y cámbiame. Amén.
-Tim Keller
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