Salmos 73:24-28
24 Con tu consejo me guiarás,
y después me recibirás en gloria.
25 ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?
Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón pueden desfallecer,
pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.
27 Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán;
tú has destruido a todos los que te son infieles.
28 Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien;
en Dios el Señor he puesto mi refugio,
para contar todas tus obras.
El salmista irrumpe "¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?", que significa "Si no te tengo a ti, no tengo nada, nada me satisfará o perdurará". Está bien que queramos reunirnos con los seres queridos en el cielo. Sin embargo, lo que hace que el cielo sea el cielo es que Dios está allí. Aquellos que se han marchado antes de nosotros, no están mirando hacia abajo con nostalgia, sino que más bien están arrebatados por la fuente eterna de gozo, deleite y adoración. Agustín escribe: "Solamente Dios es el lugar de paz que no puede ser interrumpida, y Él no se retirará de tu amor a menos que tú retires tu amor de Él". La vida en la gloria con Dios será suficiente para sanar todas las heridas y responder todas las preguntas. Así lo ha prometido Jesús.
Señor, te agradezco por cómo el sufrimiento me clava más profundamente en tu amor. No son mis deleites terrenales, sino mis penas las que me muestran que tu gracia es suficiente. "Vivo para mostrar tu poder, que una vez llevo primero a mi gozo a llorar, y ahora lleva a mis penas a cantar".
Amén
-Tim Keller
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