Salmos 77:1-4
1 Mi voz se eleva a Dios, y a Él clamaré;
mi voz se eleva a Dios, y Él me oirá.
2 En el día de mi angustia busqué al Señor;
en la noche mi mano se extendía sin cansarse;
mi alma rehusaba ser consolada.
3 Me acuerdo de Dios, y me siento turbado;
me lamento, y mi espíritu desmaya.
4 Has mantenido abiertos mis párpados;
estoy tan turbado que no puedo hablar.
El salmista está sufriendo algún sufrimiento o angustia que no nombra. En respuesta a esto, medita (versículos 3, 6, 11 y 12). La palabra "meditar" puede traducirse como "musitar", que, a su vez, es una palabra relacionada con "música". Cuando ponemos palabras en la música, estas van directas al corazón. Cuando meditamos, introducimos la verdad hacia abajo hasta que afecta al corazón. Esta es la clave para manejar las dificultades. El salmista no está siendo simplemente estoico. No está apretando sus dientes hasta que la tormenta pase. Tampoco está simplemente aireando sus sentimientos. Está redirigiendo sus pensamientos y sentimientos hacia la verdad acerca de Dios. Su primer esfuerzo aquí en los versículos del 1 al 4 no parece haber ayudado mucho. Así pues, esto no es un trabajo que se realice en un momento. El aprendizaje lleva toda una vida.
Señor, tus discípulos te pidieron que les enseñaras a orar, pero yo también te pido que me enseñes a meditar en tu Palabra. Dame la paciencia y los hábitos mentales que puedan marcar y notar, hacer que pruebe y aprecie, que digiera internamente tus palabras. Que ellas habiten ricamente en mí. Amén.
-Tim Keller
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