viernes, 14 de febrero de 2020

Nuestros pensamientos son suyos - John Wesley


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1 Corintios 6:19

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?


Dios nos ha confiado nuestras almas, nuestros cuerpos, nuestros bienes y cualquier otro talento que hayamos recibido. En primer lugar, nos ha confiado nuestra alma, un espíritu inmortal creado a la imagen de Dios, junto con todos los poderes y facultades que hay en ella: entendimiento, imaginación, memoria, voluntad, y un curso de afectos, ya sean incluidos en ella o que dependen de ella estrechamente: amor y odio, gozo y tristeza. Con respecto al presente, conciencia del bien y el mal, deseo y aversión. Con respecto al futuro, esperanza y temor. Todo esto Pablo parece incluirlo en dos palabras cuando dice: "La paz de Dios guardará vuestros corazones y vuestras mentes". Quizás ciertamente, la última palabra "nohma" podría traducirse como pensamientos si tomamos la palabra en su sentido más extenso, significando cada percepción de la mente, ya sea activa o pasiva.

Ciertamente de todo esto solo somos administradores. Dios nos ha confiado poderes y facultades, no para que las empleemos de acuerdo a nuestra propia voluntad, sino de acuerdo a las órdenes expresas que nos han sido dadas. Aunque también es cierto que, al hacer su voluntad, en efecto estamos asegurando nuestra propia felicidad, ya que solo en ella podemos ser felices ya sea en el momento presente o en la eternidad. Así pues, hemos de emplear nuestro entendimiento, nuestra imaginación, nuestra memoria, todo para la gloria de Aquel que nos las dio. Nuestra voluntad ha de ser completamente entregada a Él, y todos nuestras emociones han de regularse como Él dirige. Hemos de amar y aborrecer, regocijarnos o entristecernos, desear y rechazar, esperar y temer de acuerdo a las reglas que prescriben lo que somos y a quién debemos servir en todas las cosas. Incluso nuestros pensamientos no son nuestros en este sentido. No están a nuestra disposición, sino que de cada movimiento de nuestra mente somos responsables ante nuestro gran Señor.

-John Wesley

Lectura recomendada: La vanidad de los pensamientos, por Thomas Goodwin

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