miércoles, 18 de diciembre de 2019

La omnipresencia de Dios - John Wesley

Jeremías 23:24 

¿Podrá alguno esconderse en escondites
de modo que yo no lo vea? —declara el Señor.
¿No lleno yo los cielos y la tierra? —declara el Señor.

Si crees que Dios está en tu cama, en tu caminar, y que observa todos tus caminos, entonces ten cuidado de no hacer la mínima cosa, ni hablar la mínima palabra, ni consentir el mínimo pensamiento que tengas razón para pensar que le podría ofender.

Supón que un mensajero de Dios, un ángel, estuviera de pie a tu derecha fijando sus ojos sobre ti, ¿No tendrías cuidado de abstenerte de toda palabra o acción que sabes que pudiera ofenderle? Sí, supón que uno de tus consiervos mortales, o simplemente un hombre santo estuviera a tu lado. ¿No tendrías mucho cuidado de cómo te conduces, tanto en palabra como en actos? ¿Cuánto más cuidado deberías tener cuando sabes que no es un hombre santo, ni un ángel de Dios, sino Dios mismo, el Santo que "habita la eternidad", el que está inspeccionando tu lengua, tu mano, cada momento, y que Él mismo ciertamente traerá a juicio todo lo que piensas, hablas y haces bajo el sol!

En particular, no hay palabra en tu lengua ni sílaba que hables que antes de decirla, Él "no la sepa toda". ¡Cuán cuidadoso debes ser en "poner guarda en tu boca y vigilar la puerta de tus labios"! Cuanto cuidado para que ninguna palabra corrompida, ninguna palabra falta de amor, ningún discurso sin provecho salga de tu boca, sino "lo que es bueno y edificante para ministrar gracia a los que oyen".

Sí, si Dios ve nuestros corazones así como ve nuestras manos, y eso en todo lugar, si entiende nuestros pensamientos mucho antes de que estén revestidos de palabras, ¡Con cuánto fervor debemos hacer esa petición:

Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;

pruébame y conoce mis inquietudes.

Y ve si hay en mí camino malo,

y guíame en el camino eterno


-John Wesley


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