Salmos 25:11: "Por amor de tu nombre, oh Yahweh, Perdonarás también mi pecado, que es grande"
La justicia de Dios es el infinito celo, gozo y placer que Él tiene en aquello que es supremamente valioso, esto es, su propia perfección y valor. Si Él actuase en contra de esta pasión eterna por su propia perfección, sería injusto, sería un idólatra.
¿Cómo podría un Dios tan justo poner su afecto sobre nosotros, que somos pecadores que han despreciado su perfección? Pero la maravilla del evangelio es que en esta justicia divina se encuentran también los cimientos de nuestra salvación.
La infinita consideración que el Padre tiene por el Hijo hace posible para mi, que soy un pecador malvado, el ser amado y aceptado en el Hijo, porque en su muerte Él revindicó el valor y la gloria de su Padre.
Ahora oro con nuevo entendimiento la oración del salmista: Salmos 25:11: "Por amor de tu nombre, oh Yahweh, Perdonarás también mi pecado, que es grande". El nuevo entendimiento es que Jesús ha expiado el pecado y revindicado el honor del Padre para que nuestros pecados sean perdonados , como dice en 1 Juan 2:12, "por su nombre".
El infinito agrado del Padre en su propia perfección es la fuente de nuestro gozo eterno. El hecho de que el agrado de Dios en su Hijo sea el agrado que tiene en si mismo no es vanidad. Es el evangelio.
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