Es muy manifiesto que, casi todos los milagros de Cristo realizados mientras estuvo en la tierra, eran símbolos de su gran obra en la conversión de pecadores, y que la forma en que se obraron esos milagros nos muestra lo instantáneo de la obra de conversión.
De ese modo, cuando sanó al leproso, lo cual representa la sanidad de nuestra lepra espiritual, Él adelantó su mano y lo tocó, y dijo: "quiero; sé limpio", e inmediatamente la lepra fue limpiada. (Ver Mateo 8.3, Marcos 1:42, Lucas 5:13). Igual sucedió al abrir los ojos de los ciegos, lo cual representa como Él abre los ojos de las almas ciegas (Mateo 20:30). Él tocó sus ojos, e inmediatamente recibieron la vista, y le siguieron. También cuando sanó a los enfermos, lo que representa su sanidad de las enfermedades espirituales, o la conversión, esto fue hecho de manera inmediata. Así fue cuando sanó a la suegra de Simón en Marcos 1:31. La tomó de la mano y la levantó, e inmediatamente la fiebre la dejó, y ella les sirvió. Del mismo modo cuando la mujer con flujo de sangre tocó el borde del manto de Cristo, inmediatamente el flujo se secó (Lucas 8:44), y con la mujer que estaba encorvada con un espíritu de enfermedad. Cuando Cristo puso su mano sobre ella, inmediatamente se irguió y glorificó a Dios (Lucas 13:12-13), lo cual representa la acción sobre el alma por la que Él nos da un corazón recto, y libera nuestras almas para glorificarle. Igual con el hombre del estanque de Betesda, cuando Cristo le ordenó levantarse, tomar su lecho y caminar, él inmediatamente fue sano (Juan 5:8-9). De esa misma forma Cristo expulsó demonios, que representa como quita al diablo la posesión de nuestras almas en la conversión, y fue de esta forma que calmó el viento y las olas, lo que representa cómo somete en la conversión el corazón de los impíos, que es como un mar agitado, que no puede estar quieto; y es así como levantó a los muertos, lo cual representaba cómo resucita las almas muertas.
Lo mismo se confirma por las cosas comparadas con la conversión por las Escrituras. Se compara con una resurrección. Se dice que los hombres naturales estaban muertos, y fueron levantados de entre los muertos cuando se convirtieron por el poder efectivo de Dios. Ahora bien, no hay término medio entre estar vivo y estar muerto. El que está muerto no tiene ninguna vida en él, y el que tiene el más mínimo grado de vida en él está vivo. Cuando un hombre es levantado de los muertos, no es solo que la vida esté en él en un mayor grado de lo que estaba antes, sino que todo es nuevo. La obra de conversión parece compararse con levantar los muertos a la vida precisamente en esto, en lo instantáneo del hecho, en algo que se hace, por así decirlo, al pronunciar una palabra. Como sucede en Juan 5:25 que dice "De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán". Está hablando aquí de una obra de conversión, como parece claro por el versículo anterior, y por las palabras mismas, que afirman que este levantar de los muertos no es solo algo que haya de venir, sino que ya ha venido.
Inmediatamente antes del llamado los pecadores están muertos, destituidos completamente de la vida, como se aprecia por la expresión "los muertos oirán la voz", e inmediatamente después del llamado, están vivos. Es evidente que la vida acompaña a la palabra, no solo porque se dice que vivirán, sino también porque se dice que oirán su voz. El primer momento en el que tienen alguna vida en ellos es cuando Cristo llama, y lo son tan pronto como son llamados, lo cual queda más claro por lo que observamos antes, es decir, que las Escrituras hablan de ser llamado y convertido como si se tratase de la misma cosa.
Johnathan Edwards (1703-1758), Treatise on grace.
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