Hemos de adornar y enriquecer nuestro corazón con una buena provisión de conocimiento santificado y celestial sobre las verdades dadas por Dios. El "buen hombre" tiene un "buen tesoro" en su corazón, como nos indica Mateo 12:35. Es decir, una buena persona tiene todas las gracias, muchas verdades preciosas que son como el oro en el mineral, y sus pensamientos, como una prensa, acuñan ese oro convirtiéndolo en monedas que salen en forma de palabras "un buen hombre, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno". Pero si no existen minas de verdades preciosas escondidas en nuestros corazones, no es de sorprenderse que nuestros pensamientos no produzcan más que escoria, espuma y vanidad. Cuando esto sucede, nos faltan los materiales de los cuales ha de alimentarse la mente. Un hombre malo, como dice Salomón, siempre está forjando, acuñando y produciendo impiedad y males (Proverbios 6:14).
Si un hombre tiene almacenado conocimiento natural, pero carece de conocimiento espiritual, puede producir muy buenos discursos en compañía de otros, pero cuando esté solo sus pensamientos no se centrarán en cosas buenas. Tomemos un lugar en las Escrituras, como Deuteronomio 6:6-7, que nos muestra como poner la Palabra en el corazón, conversar en ella, y obtener conocimiento de ella, es un medio eficaz para mantener nuestros pensamientos bien ejercitados cuando estamos solos. Porque se dice que la razón por la que la ley ha de ponerse en el corazón es que podamos enseñarla a otros (Deuteronomio 11:18-20). Pero notemos que también es para que podamos tenerla con nosotros cuando estamos retirados y a solas, "estas mis palabras", dice, estarán contigo "andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".
Cuando alguien cabalga, o camina, o se acuesta, o se levanta (que son normalmente nuestros tiempos más retirados para pensar y se gastan completamente en eso), incluso entonces, Él dice que debemos hablar de la palabra. Y como aquel que está solo no se puede decir que hable, este hablar debe significar una conversación externa con otros. Pero si no tenemos alguien que nos acompañe, entones hablemos la palabra a nosotros mismos, porque los pensamientos son el habla de la mente. Comparando Proverbios 6:22 con esto, parece que Salomón nos exhorta al mismo deber de ligar la palabra al corazón con una motivación que es el fruto que se obtiene de ello: Que, cuando estemos despiertos, la palabra nos hablará a nosotros, es decir, al pensar en ella, hablará con nosotros cuando estemos solos. No necesitamos un compañero mejor; ella nos dirá y sugerirá algo en todo momento.
Thomas Goodwin (1600-1800), The Vanity of Thoughts
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