Filipenses 4:11
...he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación
Estas palabras: "He aprendido" implican dificultad. Muestran lo difícil que resultó al apóstol Pablo llegar al contentamiento de la mente; no fue algo implícito en su naturaleza. San Pablo no llegó a ello de forma natural, sino que tuvo que aprenderlo. Le costó muchas oraciones y lágrimas, y fue algo que el Espíritu le enseñó.
De ahí obtenemos esta doctrina: Las cosas buenas cuestan esfuerzo. El asunto de la fe no es tan fácil como la mayoría imaginan. Ciertamente no se necesita enseñar a un hombre a pecar, esto es algo natural (Como vemos en el Salmo 58:3), y por tanto, fácil. Brota como el agua lo hace desde una fuente. Es algo fácil ser malvado, y el infierno puede ser alcanzado sin esfuerzo. El oficio del pecado no necesita aprenderse, pero el arte del contentamiento divino no se logra sin labor: "He aprendido".
Existen dos motivos por los que se ha de emplear tanto estudio y ejercicio. Primero porque lo espiritual va contra la naturaleza. Todo en nuestra relación con Dios está en las antípodas de la naturaleza. Hay dos cosas en la religión que están contra la naturaleza: En primer lugar los asuntos de la fe, ya que para los hombres, ser justificados por la justicia de otro, convertirse en necios para ser sabios, o salvar todo a través de perderlo todo, está contra la naturaleza. En segundo lugar están los asuntos de la práctica, como la auto negación. Para una persona negar su propia sabiduría, verse a sí mismo como ciego, renunciar a su propia voluntad y fundirla en la voluntad de Dios, sacarse el ojo derecho, crucificar su pecado favorito, y las mentiras, todo ello está cercano a su corazón. Para una persona el estar muerta al mundo, en medio de abundantes necesidades, tomar la cruz y seguir a Cristo, no solo por sendas doradas, sino también sangrientas, el abrazar la fe cuando esta va vestida de ropas oscuras y todas las joyas del honor y la preferencia le han sido arrancadas, es algo que va contra la naturaleza, y, por tanto, ha de aprenderse.
Segundo, porque las cosas espirituales están por encima de la naturaleza. Existen cosas en la naturaleza que son difíciles de averiguar, como lo es la causa de las cosas, que no puede aprenderse sin estudio. Aristóteles, un gran filósofo que algunos equipararon con un águila bajada de las nubes, no pudo averiguar el movimiento del río Euripo, y se lanzó a él. ¿Cómo será entonces con las cosas divinas que están en una esfera superior a la naturaleza y por encima de toda disquisición humana? ¿Qué sucederá con cosas tales como la Trinidad, la unión hipostática, el misterio de la fe y el de creer contra esperanza? Solo el Espíritu de Dios puede encender una luz en esto. El apóstol llama a esto "las cosas profundas de Dios". El Evangelio está lleno de joyas, pero estas están cerradas a los sentidos y a la razón.
Roguemos al Espíritu de Dios que nos enseñe, debemos ser enseñados divinamente. El eunuco podía leer, pero no pudo entender la palabra hasta que Felipe se unió a su carruaje (Hechos 8:29). El Espíritu de Dios ha de unirse a nuestro carruaje. Él debe enseñarnos, o no podemos aprender. Como dice Isaías 54:13 "todos serán enseñados por el Señor".
Hagamos de esta nuestra oración: Señor, sopla tu Espíritu en tu palabra.
Thomas Watson (1620-1686), The Art of Divine Contentment: An Exposition of Philippians 4:11
No hay comentarios:
Publicar un comentario