viernes, 28 de agosto de 2015

Cómo superar la melancolía y la amargura por los buenos recuerdos.

Números 11:4-6 4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.

Una de las cosas que más le sucede al ser humano es que embellece bastante los recuerdos. Esto es lo que le pasaba a los israelitas que habían salido de Egipto. No se acordaban ya de que habían sido esclavos. No se acordaban de los latigazos, de las humillaciones y del duro trabajo, sino que tenían un recuerdo bonito de cuando comían pepinos, melones, puerros y cebollas en medio de su esclavitud.

Además, ese recuerdo les estaba haciendo ser desagradecidos con su actual situación. El desierto por el que el Señor les estaba llevando era una prueba dura, pero ellos no se quejaban ni del calor, ni de la arena, ni de la soledad del desierto. Sino precisamente de lo más divino que tenían en ese momento: el maná que venía de parte de Dios, del Cielo.

Y eso nos pasa un poco a todos. Recordamos, y tendemos a embellecer, a ver muy bonito en la mente todo lo que nos pasó, aferrándonos a eso. Si lo podemos hacer incluso con las cosas malas, mucho más con los recuerdos buenos y hermosos que tenemos de nuestra antigua casa, de nuestros antiguos amigos, de nuestros antiguos éxitos.

Los recuerdos no son malos en sí mismos, sino que muchas veces nos ciegan a lo bueno que podemos estar viviendo en el momento, y a lo bueno que puede estar aún por venir. Y es que hay dos formas de utilizar los recuerdos.

Recuerdo que produce amargura

Lo que tenían los israelitas en el desierto, era un recuerdo que producía amargura. Les cegaba a lo que Dios había hecho, a lo que estaba haciendo ahora (con el maná) y a lo que Dios iba a hacer (los llevaba a la tierra prometida). Era un recuerdo puramente centrado en el pasado, que robaba la esperanza de algo mejor.

Recuerdo que produce esperanza

Pero los recuerdos también pueden enfocarse a producir gozo y esperanza. Veamos que dice el rey David en uno de sus salmos.
Salmos 42
4 Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

David, que está pasando por una situación de melancolía, recuerda tiempos mejores. Recuerda cuando dirigía al pueblo en alabanza hasta el templo. Pero no se queda en el pasado, sino que se proyecta hasta el presente. Le dice a su alma ¿por qué te abates? ¡Espera en Dios porque todavía va a venir una alabanza mejor que esa!

En un primer momento el recordar esas cosas que ha perdido, hacen que su alma se derrame, que sienta dolor dentro de Él. Sin embargo se dice a sí mismo: "Pero ¿por qué? ¿por qué has de abatirte? ¡Espera en Dios! ¡aún he de alabarle! ¡Dios no se ha ido, el sigue siendo mi salvación y mi Dios y volveré a tener grandes momentos de alabanza!"

La fe es la certeza  de lo que se espera. Los tiempos pasados fueron hermosos, lo que queda por delante es mejor. Si Dios pudo darnos buenos momentos en el pasado, eso quiere decir que puede darnos buenos momentos en el futuro. De hecho, aun mejores.

Necesitamos visión

El ser humano es así por naturaleza: Es ciego a lo bueno que tiene en el momento, pero tiene muy buena vista para lo bueno que tuvo en el pasado. Si nos dejamos pasivamente llevar, tenemos tendencia a no ver lo bueno del momento hasta que lo perdemos. No es extraño que Dios tenga a veces que quitarnos lo bueno que tenemos en el momento para devolvernos la vista.

Observemos una oración de Pablo por sus discípulos.

Efesios 3:14-19
14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, .....17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

Necesitamos ver lo grande que es el amor de Cristo. Pablo oraba para que sus discípulos pudieran comprender y conocer el amor de Cristo. Es decir, llegar a sentir todo el amor de Dios es algo que necesita oración. Necesitamos oración para tener visión de que Dios me ama, de que está trabajando para mi bien en esta situación que no parece tan buena, y que me está llevando a una mejor.

El mismo Cristo nos dijo que teníamos que orar todos los días para no entrar en tentación, y el quedarnos en el pasado es una tentación muy grande. El caer en la amargura con el presente es una tentación enorme. Hemos de orar para que el Señor nos deje ver su amor y nos ayude a utilizar los recuerdos para la esperanza de que, si Dios pudo darnos esas cosas hermosas, probablemente también tenemos cosas buenas en este momento a nuestro alrededor, y con total seguridad, hay muchísimo bueno por venir.


martes, 18 de agosto de 2015

Reconociendo que Dios es el dueño - devocional John MacArthur

Salmos 24:1: "De Yahweh es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan"

A Dios pertenecen todos y todo.

Un día, cuando John Wesley estaba lejos de casa, alguien se acercó a él corriendo y diciendo: "¡Tu casa se ha incendiado! ¡Tu casa se ha incendiado!" Wesley respondió: "No, no lo ha hecho porque no tengo una casa. Aquella en la que he estado viviendo pertenece al Señor, y si se ha incendiado, esa es una responsabilidad menos de la que preocuparme".

John Wesley veía sus posesiones desde una perspectiva bíblica, ya que las Escrituras dejan claro que Dios es el dueño de todo. En 1 Crónicas 29:11, David oraba: " todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas". Dios es el único dueño de todo, incluyéndote a ti, a tu familia, a tu casa y a tu coche. Por eso, si pierdes alguna posesión, en realidad no la pierdes porque nunca la poseíste.

Aunque Dios posee todo, nos encarga que seamos administradores sabios de todo lo que Él nos da. El teólogo Walter Kaiser escribió: "Las cosas materiales, los bienes, y los recursos naturales son buenos en sí mismos, porque todos fueron hechos por Dios: ese es el tema recurrente en la narrativa de ka creación de Génesis 1 'Dios vio que era bueno' ... el mal uso de los bienes procede de la gente impía, al olvidar que: (1) Estos son creación de Dios, (2) Dios dio a los hombres y mujeres la habilidad de ganar esas posesiones, y (3) los bienes no deben ser exaltados a un nivel de preocupación o valor último o absoluto, porque la gente comienza a rendir culto a lo creado en lugar de al Creador mismo. Tal idolatría de las cosas de este mundo viola el primer mandamiento y nos lleva a invertir los valores en la vida".

Deberíamos adorar a Dios como poseedor de todas las cosas, dando gracias por todo lo que nos confía, y sin permitir nunca que nuestras posesiones sean un motivo para olvidarle.

Sugerencias de oración

Pide a Dios que te ayude a tener en mente que Él siempre es el dueño de todo, y para que veas las posesiones que te da de una forma que le honre.

Para estudiar

Lee los siguientes versículos, que muestran como Dios es el dueño de todo: Éxodo 19:5, Levítico 25:23, Salmos 50:10-11, Salmos 89:11, Hageo 2:8


Traducido de: https://www.gty.org/resources/devotionals/strength-for-today

viernes, 7 de agosto de 2015

Hablando la verdad en amor - Devocional John MacArthur

1 Corintios 13;2 "Y si tuviese profecía, ... y no tengo amor, nada soy"

El amor es un ingrediente indispensable en el proceso de aprendizaje.

Tengo el privilegio de pasar tiempo cada semana con cientos de jóvenes que asisten al Master College. Al observar sus progresos, veo el impacto que han tenido sobre sus vidas los maestros piadosos. Estoy convencido de que los estudiantes aprenden mejor cuando saben que sus maestros se preocupan genuinamente por ellos.

¿Acaso no sucede lo mismo con todas las relaciones? ¿No respondemos mejor a aquellos en nos aman y que tienen en cuenta nuestros mejores intereses? Es algo que ciertamente es verdad en el ministerio. Piensa en los pastores y maestros que han significado más para ti a lo largo de los años. Probablemente son aquellos que te han amado y enseñando de manera especial.

Ya sea un pastor, un maestro, un miembro de la familia, un amigo, o quien quiera que sea que hable a otras personas de parte de Dios, debería hacerlo con un amor y una preocupación genuinas. Esa es la parte positiva de la sentencia negativa que Pablo hace en 1 Corintios 13:2. Jeremías era así. Él amaba al pueblo de Israel profundamente, y se sentía apenado por su apostasía y el juicio que iba a venir sobre ellos: Jeremías 9:1 "¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas", decía, "y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo". Ese es el espíritu de un profeta que ama, y un ejemplo del lamento de Jeremías sobre el pecado de su pueblo.

La predicación y enseñanza sin amor representan mal el carácter de Dios y obstaculizan el Evangelio; proclamar con amor es atractivo y efectivo. Eso no significa que todos los que oigan vayan a responder de forma positiva, más bien al contrario. La gente de Judá no escuchó a Jeremías, y por eso incurrieron en un juicio severo. De forma similar, algunas de las personas a las que hables rechazarán educadamente lo que digas, y otros reaccionarán con hostilidad. Pero aquellos que respondan con fe, apreciarán tu amorosa preocupación por su bienestar espiritual.

Sugerencia de oración

Agradece a Dios por aquellos que te han ministrado en amor. Busca seguir su ejemplo y alcanzar a otros.

Para estudiar:

Lee Hechos 20:19, 31; Romanos 9:2-3 y 2 Corintios 2:4, prestando atención a las cosas que hacían que Pablo llorase por el pueblo al que ministraba.


Traducido de: https://www.gty.org/resources/devotionals/drawing-near

martes, 4 de agosto de 2015

El regalo del amor -John MacArthur

1 Juan 4:7, 19: "7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios . . . 19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero"

El verdadero amor no puede ser generado a nivel humano. Es un regalo de Dios.

Las Escrituras con frecuencia nos hacen demandas que parecen imposibles para nosotros. Por ejemplo, Jesús dijo "Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen" (Mateo 5:44). Es fácil decirlo, pero ¿cómo es posible? Nuestra tendencia natural es amar a nuestros amigos y odiar a nuestros enemigos. Pero Jesús dijo (Mateo 5:46-47): "Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?".

En Israel, los llamados publicanos eran los recaudadores de impuestos, y se les consideraba traidores. A los géntiles (que eran todos aquellos que no fuesen israelitas) se les consideraba desterrados espirituales. Sin embargo, tanto los traidores como los desterrados muestran amor y cariño recíprocamente. Jesús nos llama a un nivel de amor mucho más alto, un nivel de amor que es imparcial, similar al que Dios muestra cuando hace "salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (versículo 45). Como vemos del mismo Dios, este amor se extiende a aquellos que no son dignos de él. Romanos 5:8 dice: "Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros".

A pesar de generaciones de rebelión y menosprecio contra Su santa voluntad y su nombre, Dios sacrificó a Su amado Hijo, proporcionando un medio por el que los pecadores pudiesen ser salvados. Por amor, Jesús sufrió voluntariamente el dolor y la vergüenza de la cruz, y pagó el precio de nuestra redención. ¡Ese es el amor divino en acción!

Dios nos ordena amar como Él ama: de forma imparcial y sacrificial. Eso puede sonar imposible a nivel humano, pero recuerda que Dios nunca requiere de nosotros algo para lo que no nos haya capacitado previamente. En el momento de tu salvación, el Espíritu Santo comenzó a vivir dentro de ti y a producir el fruto del amor (ver Gálatas 5:22). No tienes que reunir las fuerzas por ti mismo. Todo lo que tienes que hacer es invitar al Espíritu Santo para que tome el control, permitiendo que gobierne tus pensamientos y acciones. Conforme lo haces, su precioso fruto se verá multiplicado en tu vida.

Sugerencias de oración:

-Agradece a Dios por el amor del Espíritu que ha puesto dentro de ti.
-Pide al Padre que te de oportunidades en el día de hoy para aprender cómo amarle de forma más perfecta.

Para estudiar:

Memorizar Gálatas 5:22-23: "22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".


Traducido de: https://www.gty.org/resources/devotionals/drawing-near

lunes, 3 de agosto de 2015

5 Síntomas de amor al dinero - Devocional John MacArthur

1 Timoteo 6:10 "porque raíz de todos los males es el amor al dinero ..."

El versículo de hoy es un clásico que nos habla acerca de un principio que se encuentra por todas las Escrituras: el de nuestra actitud hacia el dinero. Al referirse al amor al dinero, Pablo está hablando del pecado de la codicia. La codicia es una ofensa seria a los ojos de Dios, y eso quiere decir que deberíamos querer de todo corazón tener victoria sobre este pecado. Podemos comenzar a tener esa victoria reconociendo los signos que nos advierten de que tenemos codicia o amor al dinero.

Existen por lo menos cinco síntomas en nuestras actitudes que revelan la codicia en nuestra vida.

Primero: Si de verdad eres un amante del dinero, estarás más preocupado de ganarlo que de poner un esfuerzo honesto y de calidad en todo lo que haces. Los creyentes deben buscar la verdad y la excelencia en primer lugar, y Dios se encargará de que reciban las recompensas monetarias adecuadas.

Segundo: Si eres codicioso, siempre sentirás que no tienes suficiente dinero. Tu actitud será siempre la de las hijas de la sanguijuela que en Proverbios 30:15 dicen siempre "¡Dame!, ¡Dame!".

Tercero: Si amas el dinero, tenderás a hacer ostentación de las cosas que puede comprar. Te sentirás indebidamente inclinado a mostrar la ropa, el coche o la camioneta nueva, o la nueva casa que acabas de comprar.

Cuarto: Si eres esclavo de la codicia, te dolerá dar dinero para apoyar las buenas causas o para ayudar a otras personas. Más bien querrás guardarlo todo para gastarlo en tus propios deseos egoístas.

Finalmente, si estás enamorado del dinero, es probable que peques para obtener más. Eso incluye que harás trampas en tu declaración de impuestos o que estafarás a tus clientes.

Si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (ver Deuteronomio 6:4-5 y Mateo 22:35-38), ninguno de estos síntomas será un obstáculo para buscar al Señor. Es por eso que Jesús decía en Mateo 6:24 que no podemos amar a Dios y a las riquezas.

Sugerencia de oración:

Ora pidiendo que Dios haga que para ti sea tan débil la atracción del dinero, que nunca llegues a ser esclavo de la codicia.

Para luchar contra la codicia:

Escribe y memoriza Filipenses 4:11: "No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación". Lleva este versículo contigo, y recítalo para contrarrestar los pensamientos de codicia e insatisfacción que surjan periódicamente.


Traducido de: https://www.gty.org/resources/devotionals/strength-for-today