Un mal hábito normalmente está conectado con creencias y actitudes erróneas. No deberíamos querer cambiar un mal hábito simplemente porque sea embarazoso, caro, poco saludable o porque nos haga sentir culpables. Más bien deberíamos querer que se cumpla el propósito mayor que Dios tiene para nuestras vidas. Hasta que no lidiemos con las creencias erróneas que debilitan nuestra resistencia al mal hábito, sólo tendremos un éxito limitado superándolo.
El Cristiano debe ver que los malos hábitos tienen un fondo espiritual. No debemos dudar a la hora de llamarlos pecados. Y debemos darnos cuenta de que los medios de santificación descritos en la Escritura (sobre todo la palabra de Dios y la oración) son esenciales para superar tales hábitos.
Somos responsables de nuestros propios pecados, incluyendo aquellos en que nos resulta fácil caer. El hecho de que hagamos algo mal de manera habitual no nos libera de responsabilidad. Por el contrario, pueden hacer que el pecado sea aún peor. Debemos tomar responsabilidad personal sobre nuestros propios hábitos y no evitar llamarlos pecado.
Los hábitos pecaminosos no son problemas insuperables para el Cristiano. Después de todo, el Espíritu santo habita en nosotros y trabaja para conformarnos a la imagen de Cristo. Y Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31). Además Gálatas 5:16 afirma "caminad por el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne." y 1 Corintios 10:13 es una promesa de que Dios no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar. Si hacemos uso de los recursos provistos por Dios a través del Espíritu y Su Palabra, podemos atacar cualquier hábito sabiendo que podemos vencer.
Algunas sugerencias prácticas
Primero, recuerda que el pecado comienza en la mente. Santiago 1:14-15 compara a una persona que cae en pecado con un pez o animal que es cazado con un cebo. Ve el cebo, lo desea y es atrapado en el proceso de hacerse con él. De la misma forma, los pecados que nos esclavizan comienzan en la mente.
La persona que roba primero piensa en lo que quiere. Luego piensa en un plan para conseguirlo. Después de haberlo elaborado en su mente, lo lleva a cabo. Podría haber detenido el pecado en su mente antes de que se completase en una acción. Por eso es que las Escrituras nos dicen que hemos de renovar nuestras mentes (Romanos 12:2), para pensar en cosas buenas (Filipenses 4:8) y que meditemos en la Palabra (Salmos 1:2).
Derrotar un hábito también requiere un cambio en el estilo de vida. No hemos de hacer provisión para la carne (Romanos 13:14). La persona que quiere dejar de fumar debería tirar todos sus cigarrillos y no comprar más; la persona que se debate con el pecado sexual debería deshacerse de cualquier material sugestivo que tenga en su posesión. Evitar la compañía de aquellos que tienen el mismo problema (1 Corintios 15:33) y evitar los lugares y circunstancias que lo tientan.
Finalmente, no intentes luchar sólo contra un mal hábito. Desarrolla relaciones con Cristianos más maduros que te animen y te apoyen (Gálatas 6:2). Pasa tiempo en oración con ellos. Pídeles que te "pidan cuentas" regularmente, y se honesto con tus fallos (Santiago 5:16).
El cambio bíblico no es sólamente apartarse del pecado, sino tomar un giro hacia la rectitud. La persona que miente debe hablar la verdad (Efesios 4:25). El que roba no sólo debe parar de robar, sino que debe trabajar y dar a otros (Efesios 4:28); y el que tiene mal lenguage debe aprender a edificar a otros (Efesios 4:29). No sólo parar de pecar, comenzar a hacer lo que es correcto. Los buenos hábitos que construyas reemplazarán los pecaminosos.
Traducido de: http://m.gty.org/Resources/Questions/QA142