Siempre había pensado que era una buena persona.
Nunca había matado a nadie, ni robado nada de gran importancia. Sólo había dicho alguna que otra mentira leve para salir de alguna situación comprometida, como aquel día que llegué al tarde al trabajo porque me quedé dormido y le eché la culpa al tráfico.
Sin embargo un día escuché que el hombre es malo en lo más íntimo del corazón y por naturaleza. La persona que lo decía estaba completamente convencida de ello, y al principio mi reacción a estas palabras fue de rechazo frontal. ¿Cómo podía ese tipo decir tal cosa?. Hay personas que ayudan a los demás. Hay personas que salvan vidas. De acuerdo, no es la mayoría de la gente, pero tampoco somos tan malos. La mayoría, como yo mismo, nunca había matado, ni violado ni, robado a alguien. La mayoría de la gente es amiga de sus amigos, quieren a sus familias, y no se meten con nadie.
Sin embargo esas palabras me impactaron, y un día meditando en ellas escarbé en lo más profundo de mi ser. No me gustó nada lo que ví. ¿Cuántas veces no había tenido un pensamiento asesino cuando alguien se me cruzaba de mala forma en la carretera? ¿Cuántas veces no había pensado maldades de algún amigo, o incluso hablado mal de él a sus espaldas? ¿Cuántas veces había sentido envidia por lo que tienen otros y los había criticado cuando en realidad lo que quería es tener las mismas cosas? ¿Cuántas veces había tenido fantasías con otras personas? ¿Cuántas veces no había despreciado las palabras de mis padres y había contestado con desprecio? ¿Cuántas no había sido indiferente a una persona que necesitaba que la escuchasen porque tenía otras cosas que hacer?.
Ciertamente había una semilla de mal en lo más profundo de mi ser, y no sólo se quedaba en pensamientos, muchas veces había pasado a la acción en forma de gritos y conductas violentas. Me di cuenta de que había personas en mi memoria a las que odiaba y no podía perdonar. La mayoría de las veces, estos malos pensamientos eran controlados y me comportaba bien. Pero con las personas que mejor me conocían (mi madre, mi pareja, mis amigos, mi hermano) me irritaba con mucha más facilidad y las hería con mucha menos dificultad. Es curioso como podía sacar mucha más maldad en un entorno que consideraba seguro. Era más fácil comportarme correctamente en un ambiente donde no me conocían ya que no quería que pensasen mal de mí. Al final se trataba sólo de mí.
Era innegable que el egoísmo y la maldad estaba en lo más profundo y que este era el primer impulso para todo. No se trataba de lo que yo hacía externamente, que solía ser correcto. Se trataba de lo que yo era.
Y por más que lo intentara, no podía cambiar eso. Intenté rechazar esas actitudes y pensamientos, portarme un poco mejor. Pero no podía eliminar esa semilla de maldad del todo. Nadie puede.
Sólo Dios puede hacerlo.
Pero como muchos, había elegido vivir sin Él. ¡Oh sí! era creyente. Sabía que "algo" debía existir, aunque no me importaba demasiado. Pero ahora que me daba cuenta de mi naturaleza, del mal en mi interior, también sabía que un ser perfecto no estaría nada contento conmigo. A todos nos irrita cuando vemos a alguien que hace algo mal, sobre todo si nos afecta. Nos gusta que en el restaurante nos atiendan con una sonrisa, que nos traten bien y no con mala cara. Nos gusta que si el banco se equivoca y nos carga 20 euros por error, nos los devuelva y no vuelva a ocurrir. Queremos perfección a nuestro alrededor aunque nosotros mismos no seamos perfectos.
En un principio pensé que Dios sería comprensivo con mis defectos, que al fin y al cabo no era tan malo. Pero ¿cómo podría Dios llenar el cielo de personas así?. ¿De qué serviría perdonar a los hombres sin más, si todos iban a estar pensando mal unos de otros en su interior, envidiando o no perdonando?. Un cielo así se parecería demasiado a la Tierra.
Comencé a ver a Dios como un artista perfecto. Y en la creación dibujada por su mano todo debería ser igualmente perfecto. Cualquier dibujo imperfecto sólo podía esperar ser arrancado y tirado a la papelera, para ser quemado después.
Y yo no podía ser ese dibujo perfecto. Sólo Dios podía convertirme en esa persona que yo no era. En una persona purificada con un nuevo corazón:
Ezequiel 36:26
26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne
Y esta es la forma en que Dios lo hizo: El mismo en la forma de su Hijo se hizo hombre, vivió como los hombres deberían vivir. Nunca hubo maldad en su pensamiento ni en su corazón. Después cargó con las imperfecciones, con los pecados de los demás hombres y sufrió la muerte en un madero castigado por su padre, en favor de nosotros.
El Hijo del Gran Artista, del Gran Dibujante, se convirtió a sí mismo en dibujo. Un dibujo perfecto, que cargó con las imperfecciones de los otros dibujos, y que fue arrugado y roto en lugar de ellos, a fin de que pudiesen vivir.- Isaías 53:4-5.
Al iluminarse mi mente y entender, mis lágrimas rodaron. Me arrodillé y oré:
"Señor Jesús. Me arrepiento de ser quien soy, de todas las veces que he pecado y me duele saber que por mis fuerzas nunca podré dejar de hacerlo, me duele tanto ser así... ahora sé que tu sufriste el castigo en mi lugar, que pagaste el precio por mí con tu sangre. Hoy quiero decirte que renuncio a intentar cambiarme a mí mismo, viviendo mi vida sin tí. Sólo tú puedes hacerlo. Házmelo Señor. Entra en mi vida, conviértete en mi amo, en mi Señor, en mi Padre y haz de mí la persona que tu quieres que yo sea"
Él prometió a los que creen en su nombre que ya no serán más un dibujo imperfecto que se tira al fuego, sino hijos de Dios, en camino a la perfección.
Juan 3:16
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Sigo sin ser perfecto, y aún hay malas intenciones en mí. Pero ahora no estoy en paz con ellas, y sé que Dios trabaja a través de mí para limpiarlas, haciéndome luchar. Su goma y su lápiz lo arreglarán, y aunque aún me duele el fallarle de vez en cuando, mis lágrimas son ahora de agradecimiento y alegría.
-Manuel Bento Falcón.
maonolo@gmail.com
miércoles, 30 de marzo de 2011
jueves, 24 de marzo de 2011
Dios como parte de la terapia
Según la revista Psychology Today, la terapia basada en la fe está creciendo en popularidad y aumenta el número de pacientes que busca consejo en personas creyentes con las cuales puedan discutir sus problemas y metas en la vida.
Los estudios muestran que la gente prefiere consejeros que en lugar de poner en duda su fe, la compartan. A menudo los terapistas seculares tratan la fe de sus pacientes como si fuera un problema o un síntoma, en lugar de como una convicción que ha de ser respetada e incorporada al diálogo terapéutico, y esto preocupa sobre todo a los mayores y a las personas de veintitantos años. De acuerdo con una encuesta nacional realizada por la Asociación Americana de Consejeros Pastorales, el 83% de los americanos creen que sus creencias están intimamente ligadas a su salud mental y emocional. 3 de cada 4 dicen que es importante para ellos un consejero profesional que integre sus valores y creencias en el proceso de tratamiento.
Casi 3 cuartos de los americanos dicen que su forma de ver la vida está basada en sus creencias religiosas. Pero el problema es que sólo el 32% de los psiquiatras, el 33% de los psicólogos clínicos y el 46% de los trabajadores sociales son creyentes. Los pacientes tienen una mayor tendencia a creer que los profesionales que los tratan, y la mayoría de los cursos o programas de terapia ni siquiera tratan asuntos espirituales.
El tratar la mente de un creyente, requiere un tratamiento también de su alma, de su espíritu. Puede hacer más una persona que comparte tu fe y simplemente te escuche que un profesional o psicólogo cualificado que sólo siente tu fe como otro de los problemas que hay que curar.
Basado en un artículo traducido del Blog del New York Times
Los estudios muestran que la gente prefiere consejeros que en lugar de poner en duda su fe, la compartan. A menudo los terapistas seculares tratan la fe de sus pacientes como si fuera un problema o un síntoma, en lugar de como una convicción que ha de ser respetada e incorporada al diálogo terapéutico, y esto preocupa sobre todo a los mayores y a las personas de veintitantos años. De acuerdo con una encuesta nacional realizada por la Asociación Americana de Consejeros Pastorales, el 83% de los americanos creen que sus creencias están intimamente ligadas a su salud mental y emocional. 3 de cada 4 dicen que es importante para ellos un consejero profesional que integre sus valores y creencias en el proceso de tratamiento.
Casi 3 cuartos de los americanos dicen que su forma de ver la vida está basada en sus creencias religiosas. Pero el problema es que sólo el 32% de los psiquiatras, el 33% de los psicólogos clínicos y el 46% de los trabajadores sociales son creyentes. Los pacientes tienen una mayor tendencia a creer que los profesionales que los tratan, y la mayoría de los cursos o programas de terapia ni siquiera tratan asuntos espirituales.
El tratar la mente de un creyente, requiere un tratamiento también de su alma, de su espíritu. Puede hacer más una persona que comparte tu fe y simplemente te escuche que un profesional o psicólogo cualificado que sólo siente tu fe como otro de los problemas que hay que curar.
Basado en un artículo traducido del Blog del New York Times
miércoles, 16 de marzo de 2011
El Devocional: Leyendo la Biblia
La paradoja de la planificación y la espontaneidad
En primer lugar, enfatizaría la importancia de la planificación. Y no estoy hablando de ninguna visión elaborada o para toda la vida. Hablo de algo tan simple como que, cuando termines de leer este capítulo, te tomes 3 minutos para pedir ayuda a Dios, considerar tu horario, y escoger una hora para leer tu Biblia. Después escribe lo que has decidido en algún lugar de forma que recuerdes hacerlo. Muchas cosas buenas no suceden en nuestras vidas por la simple falta de planificación.
A los asesores se les paga miles de dólares por decirle a los ejecutivos lo obvio, porque lo que es obvio se descuida. Lo mismo con nosotros. Fallamos a la hora de hacer lo mejor para nosotros por una falta de intención seria a la hora de hacerlo. Otra forma de hablar de "intención seria" es hablar de planificación. La mayoría de los cristianos descuidan sus biblias no por deslealtad consciente hacia Jesús, sino porque fallan a la hora de planear un tiempo, lugar y método para leerla.
El resultado no es la espontaneidad, sino la misma rutina de siempre. Si tu anhelo es ser espontáneo en la forma que te relacionas con Dios, construye disciplina en tu lectura de la Biblia y tiempo de oración. Suena contradictorio. Pero no es más contradictorio que el maiz que crece en un campo de Minnesota porque el granjero tuvo disciplina arando, sembrando y guardando el campo. Él no hace que el maiz crezca. Dios lo hace. Pero Dios utiliza las disciplinas de la agricultura como parte del proceso. La fruta rica de la espontaneidad crece en el jardín que es bien atendido por la disciplina de un horario.
Así que vuelvo a decirlo, planea un lugar y sitio donde leerás la Biblia y meditarás en ella cada día. Siempre habrá más momentos durante el día. Debería haberlos. Pero que haya un momento y lugar sagrados. Ponlo en tu calendario. Trátalo de la misma forma que si fuese una cita con un compañero o amigo. Si alguien quiere que hagas algo en ese momento, dí: "Lo siento pero ya tengo otra cosa que hacer a esa hora".
Por lo general es mejor temprano por la mañana
Recomiendo encarecidamente que ese momento sea por la mañana temprano, a menos que haya alguna circunstancia que lo impida.
Entrar al día sin una reunión seria con Dios, con la base de su palabra y oración, es como entrar en la batalla sin llevar las armas. Es como irse de viaje sin llenar los neumáticos con aire o el tanque con gasolina.
El corazón humano no se repone a sí mismo con el sueño. El cuerpo sí, pero no el corazón. El aire espiritual se escapa de nuestros neumáticos y la gasolina se consume en el día a día. Reponemos nuestros corazones no con el sueño, sino con la palabra de Dios y la Oración. Miles de santos han descubierto a lo largo de los siglos que comenzar el día llenando la mente con la palabra de Dios te da más gozo, más amor y más poder que viajar con la gasolina de ayer.
Encuentra un lugar tranquilo o créalo con una regla
Busca un lugar tranquilo. Si intentas leer la Biblia o orar cuando otras personas se están moviendo alrededor, los poderes de las tinieblas van a explotar esa distracción potencial con todas sus fuerzas. No creas que tiene que ser un lugar cómodo. De hecho, si es cómodo probablemente te duermas. Necesitas estar recluido de forma que no te distraigas, y de forma que puedas hablar en voz alta, cantar y llorar. LLorarás más tarde o más temprano cuando estés luchando por el alma de tu hijo adolescente, o esforzándote por mantener tu matrimonio unido, o trabajando para matar el orgullo en tu vida. Necesitas estar sólo.
Si tu situación familiar o tu hogar no dispone de ese lugar, entonces créalo, no en el espacio, sino con una regla. Es decir, dispón que los niños, tu esposa, o tus compañeros de cuarto no te hablen durante ese tiempo. Una madre santa con un montón de niños podría usar su delantal haciendo una tienda para su cabeza y para la Biblia en la mesa de la cocina, y enseñar a los niños que cuando madre está en esa tienda, no hagan ruido.
Planea como leerás tu Biblia
Además de planear un lugar y un tiempo, planea como leerás tu Biblia. Hay muchas formas de leer la Biblia. Cualquiera es mejor que ninguna. Ir al tiempo y lugar señalados sin un plan de como leer la Biblia normalmente acaba en un tirar y fallar que hace que te sientas débil, irreal y desanimado.
-John Piper. "When I don't Desire God" pp 116-117
Traducido por Manuel Bento Falcón.
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