En la cultura competitiva de hoy día, se nos enseña a no abandonar nunca y a no ceder nunca. Y si ganar lo es todo, la rendición es algo impensable. Preferimos hablar de ganar, tener éxito, de la superación, de la conquista antes que de ceder, someterse, obedecer, y rendirse.
Pero rendirse a Dios es el centro de la alabanza. Es la respuesta natural al asombroso amor y misericordia de Dios. Nos entregamos a Él por amor, no por miedo o por deber, porque él nos amó primero (1 Juan 4:19).
Existen 3 barreras que nos impiden rendirnos a Dios: El miedo, el orgullo y la confusión.
El miedo: Tememos entregarnos porque Dios nos pueda fallar o no amarnos lo suficiente. Es similar a cuando tenemos miedo a una relación por no confiar en que el amor de la otra persona pueda fallarnos. Hemos de considerar que Dios nos demuestra su Amor constantemente, y que lo demostró maravillosamente al entregar a su hijo Jesucristo en sacrificio en la Cruz por AMOR a nosotros. Jesús no murió por accidente, sino por Amor, para pagar por nuestros pecados.
El orgullo: No queremos admitir que no estamos a cargo de todo. Queremos ser como Dios. Puede que intelectualmente aceptemos nuestros límites, pero emocionalmente nos irritamos y nos resentimos cuando alguien nos señala nuestros errores y límites. No queremos reconocer nuestra imperfección y nos ponemos a la defensiva. No queremos entregarnos a Dios porque sería admitir que lo necesitamos, que no somos perfectos.
La Confusión: Malinterpretamos las intenciones que Dios tiene para nosotros. Creemos que si nos entregamos a él tendremos una vida infeliz de sometimiento y autosacrificio. En realidad lo que Dios quiere es darnos una vida de suprema felicidad.
Rendirse no es reprimir la propia personalidad. Dios quiere utilizar tu personalidad única, mejorarla y perfeccionarla.
Sabes que te has rendido a Dios cuando confías en que Él hará en lugar de intentar manipular a otros, forzar tu punto de vista, o controlar las situaciones. Sabes que te has rendido cuando no reaccionas a las críticas apresurándote por defenderte. Dejas que Dios te defienda. No desacreditas a otros, no reclamas tus derechos ni te sirves sólo a ti mismo cuando de veras estás rendido.
¿A quién vas a rendirte?
Todo el mundo acaba rindiéndose a algo o alguien. Si no es a Dios será a las opiniones o expectativas de otros, al dinero, al resentimiento, al miedo, al orgullo propio, lujuria o el ego. Fuimos creados para Dios y para darle adoración a Él con nuestra vida, nuestro trabajo, nuestros talentos. Pero si no lo adoramos a Él adoraremos otras cosas en nuestra vida. Y ninguna nos va a corresponder como Él lo hace.
Como dijo E.Stanley Jones: "Si no te rindes a Cristo, te rindes al caos."
Extraido y traducido del libro "The purpose driven life" por Rick Warren
1 comentario:
Amigo me a gustado mucho tus palabras, ya que dios es nuestro creador del cielo y la tierra
El los provee de todo lo que nos fecunda, sin el no habría nada, la esperanza del ser humano
Como tu dices fuimos creados por él y por lo mismo hay que tenerlo en primer lugar de nuestras vidas
Un gusto poder comentar
Amigo te dejo mi blok para que puedas visitarlo... es naturaleza plena creada por Dios.
http://lunaruby-interectuarmipais.blogspot.com/
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