Nuestro error fatal es creer que querer ser feliz significa querer ser valorado.¡Sienta tan bien sentirse afirmado!. Pero este buen sentimiento tiene su raíz en el valor de uno mismo y no en el valor de Dios. Ese camino hacia la felicidad es una ilusión. Y hay indicios. Hay indicios de esto en cada corazón humano incluso antes de convertirse a Cristo. Uno de esos indicios es que nadie va al Gran Cañón o a los Alpes para aumentar su autoestima.
Nuestra autoestima no aumenta cuando estamos frente a profundidades masivas o alturas majestuosas. Pero de hecho vamos hasta allí, y lo hacemos para sentir gozo. ¿Cómo es posible que eso suceda si ser valorado es el centro de nuestra salud y felicidad?
La respuesta es que ser valorados no es el centro de nuestra felicidad. En los maravillosos momentos de iluminación existe una contemplación en nuestro corazón: la salud del alma y la mayor felicidad no vienen de contemplar un gran "yo" sino de contemplar un gran esplendor.
Nuestra autoestima no aumenta cuando estamos frente a profundidades masivas o alturas majestuosas. Pero de hecho vamos hasta allí, y lo hacemos para sentir gozo. ¿Cómo es posible que eso suceda si ser valorado es el centro de nuestra salud y felicidad?
La respuesta es que ser valorados no es el centro de nuestra felicidad. En los maravillosos momentos de iluminación existe una contemplación en nuestro corazón: la salud del alma y la mayor felicidad no vienen de contemplar un gran "yo" sino de contemplar un gran esplendor.
John Piper en "God is the Gospel" pag. 10
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