domingo, 17 de agosto de 2014

Sombras y arroyos. Devocional John Piper 26/08

Salmos 104:31-34: "Sea la gloria de Yahweh para siempre; Alégrese Yahweh en sus obras. Él mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y humean. A Yahweh cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Yahweh"
Dios se regocija en las obras de la creación porque estas apuntan más allá de ellas mismas hacia Dios.

Dios quiere que nosotros quedemos impactados e impresionados por su obra de creación. Pero no por ella misma. Él quiere que miremos su creación y digamos: Si la simple obra de sus dedos (¡Solamente sus dedos, según dice en el Salmos 8:3!) está tan llena de sabiduría, poder, grandeza, majestad y belleza ¿Cómo debe ser Dios mismo?

Esto no es sino la parte de atrás de su gloria, por así decirlo, la cual vemos de forma oscura a través de un cristal. ¿Cómo será ver al Creador mismo y no solo sus obras?. Un billón de galaxias no darán satisfacción al alma humana. Solamente Dios es el fin del alma.

Jonathan Edwards los expresó de esta forma:

El disfrutar de Dios es la única felicidad con la que nuestras almas pueden quedar satisfechas. Ir al cielo, para disfrutar de Dios plenamente, es infinitamente mejor que las más agradables comodidades de aquí ... [Estas] no son más que sombras, pero Dios es la sustancia. Estas no son más que rayos dispersos, pero Dios es el sol. Estas no son más que arroyos, pero Dios es el océano. 
Es por eso que el Salmo 104 (en sus versículos 31-34) llega a su final de esa forma, centrándose en el mismo Dios. Al final no serán los mares, las montañas, los cañones, las cascadas de agua, las nubes, o las grandes galaxias las que llenarán nuestros corazones hasta estallar de maravilla y llenar nuestras bocas con alabanza eterna. Será Dios quien lo haga.

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