jueves, 22 de abril de 2010

Cuando es más bienaventurado el recibir

Si Jesús llegase a tu casa ¿qué harías? ¿le pedirías que se sentase y comenzarías a servirle?¿o te sentarías y comenzarías a tomar de Él? ¿Dejarías que te sirviese y te llenase?

Jesús llegó a la casa de dos hermanas, Marta y María (Lucas 10:38). Marta vió su cansancio. Sabía que Jesús había estado caminando kilómetros y kilómetros, yendo de aquí allá, haciendo el bien, curando a los enfermos y correspondiendo a las necesidades de la gente. Obviamente, tenía que estar cansado, pensó, así que lo vió como alguien que ella debía atender.

María sin embargo vió más allá del cansancio externo de Jesús, vió su divinidad. Vió que Él era alguien del que ella necesitaba recibir. Jesús había venido a servir (Mateo 20:28) incluso Él la reconoció por haber elegido la mejor parte.

Nuestras mentes humanas encuentra esto difícil de creer. Algunos dicen "La Biblia dice que es más bienaventurado dar que recibir" (Hechos 20:35). Eso es verdad cuando se refiere a los hombres. Pero cuando se trata de Dios, el quiere dar. De hecho, a menos que aprendas a recibir de Dios, no tendrás nada que dar al hombre.

Como Martha, siempre intercambiamos papeles. De alguna forma pensamos que Dios necesita de nuestro servicio, pero realmente el quiere llenarnos primero. Utilizamos nuestros oídos y corazones para tomar de Jesús. Utilizamos nuestras manos y pies para servirle, y hay un lugar para eso. Pero el sentir y apreciar la divina plenitud de Dios es más precioso que todo el servicio que podamos darle. Y cuando recibes de Él, no puedes evitar convertirte en un gran dador y servidor.

Tomado de josephprince.org

martes, 20 de abril de 2010

Sentirse valorado, la contemplación y la felicidad

Nuestro error fatal es creer que querer ser feliz significa querer ser valorado.¡Sienta tan bien sentirse afirmado!. Pero este buen sentimiento tiene su raíz en el valor de uno mismo y no en el valor de Dios. Ese camino hacia la felicidad es una ilusión. Y hay indicios. Hay indicios de esto en cada corazón humano incluso antes de convertirse a Cristo. Uno de esos indicios es que nadie va al Gran Cañón o a los Alpes para aumentar su autoestima.

Nuestra autoestima no aumenta cuando estamos frente a profundidades masivas o alturas majestuosas. Pero de hecho vamos hasta allí, y lo hacemos para sentir gozo. ¿Cómo es posible que eso suceda si ser valorado es el centro de nuestra salud y felicidad?

La respuesta es que ser valorados no es el centro de nuestra felicidad. En los maravillosos momentos de iluminación existe una contemplación en nuestro corazón: la salud del alma y la mayor felicidad no vienen de contemplar un gran "yo" sino de contemplar un gran esplendor.

John Piper en "God is the Gospel" pag. 10